Dedicamos mucho tiempo a estudiar una carrera universitaria, a progresar en nuestra profesión, a atender las necesidades de los demás, a conectar con nuestro entorno social, a cumplir con lo que se espera de nosotros. Tantas obligaciones nos impiden disponer del tiempo necesario para cuidarnos y reflexionar sobre si vivimos en sintonía con nuestros valores y nuestro proyecto de vida.
Nadie puede comprar tiempo. La verdadera riqueza no está en la posesión de bienes —que no son más que un préstamo temporal de la vida—, sino en cómo usamos ese tiempo: en estar realmente presentes y vivir conectados con lo que es importante para nosotros. Séneca, en su libro Sobre la brevedad de la vida, decía: “No es que tengamos poco tiempo, sino que desperdiciamos mucho.”
Para Séneca, la mejor inversión es la que dedicamos a cultivar la mente, la virtud y la serenidad. Es tiempo dirigido a nosotros mismos y a lo que realmente nos aporta paz y crecimiento personal. Sin embargo, en una era de distracciones constantes, solemos dejar el tiempo para nosotros al final de la lista. Hay personas que no distinguen entre lo que los demás necesitan y lo que realmente es urgente, esencial o justo. Actúan como si su necesidad fuera atender al otro, incluso olvidándose de sí mismas.
Como indica Jenny Odell en su libro Cómo no hacer nada, ante una sociedad que nos exige estar siempre disponibles, parar, mirar, escuchar y no hacer nada “productivo” es una forma de volvernos dueños de nuestro tiempo. Es un acto de libertad.
Debemos aprender a atender a los demás cuando el reclamo es justo, y no ante la simple necesidad o las exigencias egoístas de otros. En nuestro lecho de muerte no nos preocupará cuántas personas se decepcionaron con nosotros, sino cuántas veces nos traicionamos a nosotros mismos para contentar peticiones injustificadas.
En su libro Descansa, Alex Soojung-Kim Pang nos muestra que el descanso no es lo opuesto al trabajo ni a la productividad, sino una parte esencial para desarrollar una buena creatividad, un alto rendimiento y una mayor felicidad. Según él, un alto rendimiento en cualquier área requiere diez mil horas de práctica deliberada, doce mil quinientas horas de descanso deliberado y treinta mil horas de sueño. Sin descanso, incluso el talento y la práctica pierden su efecto. El éxito no solo se alcanza haciendo, sino también sabiendo parar.
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