A veces tenemos los mejores propósitos y la mejor voluntad para incorporar un nuevo hábito en nuestra vida pero al cabo de unos días esa fuerza se va diluyendo.El cerebro siempre busca el camino más fácil, así que para mantener un hábito hay que tratar de hacerlo sencillo y atractivo.
Para ayudarte en esa tarea, me he inspirado en las cuatro leyes del cambio de conducta que plantea James Clear en su libro Hábitos Atómicos, adaptándolas con ejemplos sencillos para quienes necesitan más estructura externa a la hora de mantener un hábito.
Cuanto menos tengas que pensar y esforzarte en recordar lo que debes hacer, más fácil se lo pones a tu mente. Por ejemplo: Si debes tomar un medicamento o complemento alimentario, dejarlo en un lugar que sea imposible que no lo veas ayudará a impedir el olvido. Puedes ponerlo al lado de la encimera de la cocina.
Si quieres incorporar una nueva rutina es mejor guardar un espacio en tu agenda con una estructura clara asignándole día, hora y con recordatorios.
No se trata de que solo incorpores acciones agradables a tu rutina, puesto que lo que te conviene hacer no siempre es placentero, sino que seas capaz de diseñar un entorno más agradable para la rutina. Por ejemplo: Si quiero salir a andar después de cenar puedo escuchar entrevistas de autores que me interesan en Spotify. De esa manera andar se convierte en una oportunidad de seguir aprendiendo.
Si nuestra meta es muy ambiciosa y tiene una baja probabilidad de éxito o requiere de una inmensidad de tiempo para ser alcanzada resultará una barrera muy importante que dificultará que mi mente siga encontrando sentido al esfuerzo que se requiere para mantener los hábitos. Por este motivo, es muy importante dividir el objetivo final en pequeños pasos asequibles que se conviertan en objetivos en sí mismos. La idea es que la mente lo perciba como sencillo, la sensación de que con poco esfuerzo puedo lograrlo.
Como vimos en el post: Descubre cómo funcionan los hábitos y por qué es tan fácil perderlos, aquello que nos da satisfacción es lo que la mente quiere repetir. Es importante que de una manera directa o simbólica me permita celebrar la realización de la rutina. El objetivo es sentirme bien después de realizar esa acción. A veces puede ser suficiente con poner una cruz en mi lista de tareas o en caso que necesite más refuerzo externo, debo asociar una conducta gratificante que ya esté automatizada la rutina que intento incorporar. Por ejemplo: Me permito entretenerme un rato con los videojuegos solo después de haber ido al gimnasio. No se trata de hacerlo perfecto, sino de hacerlo más fácil para la mente y reducir sus resistencias.
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