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Descubre cómo funcionan los hábitos y por qué es tan fácil perderlos

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A menudo nos proponemos incorporar una nueva rutina en nuestras vidas o modificar una conducta que no nos beneficia, pero con el tiempo muchas de estas intenciones se diluyen. ¿Por qué cuesta tanto mantener un hábito?


¿Qué es el ciclo del hábito?


Cada hábito comienza con una señal, se construye con una acción y se mantiene con una recompensa. Este es el ciclo del hábito, explicado con claridad y con múltiples ejemplos en el libro "El poder del hábito de Charles Duhigg". Si entendemos y aprendemos a acertar con la señal, la rutina y la recompensa, tendremos más control sobre nuestros hábitos y mayor probabilidad de construir uno y mantenerlo a largo plazo.


La señal: como elegir una que funcione


La señal es el disparador del hábito. Es lo que nos activa y nos pone en marcha. Puede ser un momento del dia, un lugar, una emoción, una persona, una palabra o incluso una acción previa.


Como describimos en el post: Libertad es disciplina: lo que nadie te dice sobre los hábitos, a veces fracasamos en la conquista del hábito porque la señal, a menudo, es inadecuada. Frecuentemente, la señal elegida es la propia motivación. Esta no es estable y, con el tiempo, suele decaer. Por eso necesitamos que la señal sea clara, sencilla y estable.


Cuanto más sencilla sea la señal y menos dependiente de tu estado emocional, más posibilidades tendrás de éxito en tu nueva rutina. Un ejemplo de señal podría ser un momento específico del día, después de una acción que ya sea parte de tu rutina automatizada. Por ejemplo: "Después de desayunar me pondré a escribir", o "Después de cenar saldré a andar".


La rutina: más allá de la meta


La rutina es aquella acción que quiero incorporar a mi vida y que pretendo automatizar para alcanzar ciertas metas u objetivos. Sin embargo, precisamente este punto suele ser otra trampa. Se describe con gran claridad en el libro "Hábitos atómicos de James Clear". La meta puede servirnos como impulso inicial, pero no es suficiente para que el hábito perdure. Aunque la rutina se base en una acción concreta, para que realmente se mantenga en el tiempo necesitamos vincularla con la identidad que queremos construir, no solo con un objetivo puntual. Así la rutina se convierte en una expresión de quién somos o queremos ser y no solo en un medio para lograr algo.


La repetición: lo que realmente crea el hábito


Además, es clave comprender que la repetición es el factor decisivo que transforma una acción en habito. Con cada repetición reforzamos un patrón mental y ese patrón genera una tendencia. Es decir, no solo hacemos el hábito, sino que el hábito nos acaba moldeando. Como se explica en algunas filosofías orientales, las acciones repetidas (samskaras) dejan huella y generan inclinaciones futuras (vasanas). Por eso, la repetición intencional es fundamental.


La recompensa: el ancla emocional del hábito.


Finalmente, la recompensa es esencial porque estamos programados biológicamente para repetir aquellas acciones que nos hacen sentir bien y evitar las que nos causan malestar. Nuestro cerebro aprende a asociar una acción con sus consecuencias más inmediatas y con el tiempo, empieza a anticiparlas. De ese modo, la propia realización de la acción genera un bienestar anticipado.


Es importante entender bien el papel y la importancia de la recompensa, ya que no significa que la rutina deba ser agradable. A menudo es incómoda y no apetece realizarla en ese momento. Lo explicamos en más detalle en el post: Libertad es disciplina: lo que nadie te dice sobre los hábitos Pero el cerebro aprende a anticipar una sensación positiva después de realizar la acción incómoda, ya sea por la satisfacción de haber cumplido lo que te propusiste, por el avance hacia un objetivo o por alguna recompensa que esperabas recibir.


En el siguiente post, profundizaré en cómo influye el tipo de recompensa en función de nuestro perfil personal, ya que no todas las personas responden igual ante las recompensas.

Fuentes:

Charles Duhigg. El poder de los hábitos (2012)

James Clear. Hábitos atómicos (2018)



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